Dos libros que no tienen nada que ver

En Enero (2019), me propuse leer quince libros antes del fin de año. Puede parecer una meta conservadora para alguién que se auto-declara bibliófilo, pero creo que poner metas realistas que son fáciles de exceder es mejor a quedarse corto en una meta demasiado ambiciosa (mi meta de cuarenta libros el año pasado, por ejemplo, de los cuales solo leí diez).

El caso es que para marzo del presente año, ya había leído seis de los quince libros, y había mucho que desempacar. Estos son los seis libros que leí para ese entonces:

  1. Circe de Madeline Miller (ficción)
  2. La canción de Aquiles de Madeline Miller (ficción)
  3. American Gods de Neil Gaiman (ficción)
  4. The Soul of a New Machine de Tracy Kidder (biográfico)
  5. El príncipe de Nicolás Maquiavelo (filosofía)
  6. Bad Blood de John Carreyrou (true crime/biográfico)

Puedes seguir mi progreso en esta meta a través de Goodreads.

Recomiendo, fervientemente, todos y cada uno de estos libros.

Tal vez estés pensando: «Uy, si leyó seis en tres meses, para ahora (Junio), ya ha de haber leído doce» ( 6 libros / tres meses = 2 libros por mes; 2 lpm * 6 meses = 12 libros). Te equivocas, llevo siete, pero eso no es lo importante aquí.

El punto es que, en mi eterna introspección, encontré una conexión (tal vez sea más apropiado llamarla analogía) interesante entre el primer y sexto libro que leí en ese período de tres meses. Es esta misma conexión la que me hizo pensar en los peligros comúnmente ignorados que vienen con la combinación de la ambición desmedida y la inexperiencia/ignorancia, particularmente en aquellos que a mí me gusta llamar «los súper emprendedores».

Antes de entrar en este tema, me gustaría introducir los libros que catalizaron esta reflexión:

Circe

Circe, el NYT Best Seller escrito por Madeline Miller, es una novela sobre la vida de uno de los personajes, en mi humilde opinión, más infravalorados de la Odisea. Se trata de Circe. Circe es una ninfa marina e hija del titán Helios. Algunos recordarán que Helios (el sol) fue uno de los únicos titanes que salió ileso de la revolución de los dioses griegos del olimpo.

Circe, por el otro lado, es mejor conocida por ser la amante de Ulises durante el año que el mísmo habitó la isla de Aiaia (¿Aeaea?). En la Odisea, Ulises sólo pasa un año con Circe, a diferencia de Calypso (otra ninfa en otra isla cuyo nombre es difícil de pronunciar) con quién pasó siete años (1 año por cada libro que he leído este año).

Considerando que el viaje de regreso desde Troya hasta Ítaca le tomó a Ulises diez años, no es sorpresa que se le dedique tan poco tiempo a la ninfa en cuestión. En esta novela, sin embargo, el papel estelar es aquel de dicha ninfa, cuya vida es relatada desde su propio punto de vista, desde su niñez hasta… Bueno, hasta el final de la parte de su vida que la autora creyó relevante. Ha de ser difícil escribirle un final a la biografía ficticia de un ser inmortal, particularmente porque las biografías tienden a concluir con la muerte del sujeto en cuestión.

Portada de Circe por Madeline Miller
Circe - Madeline Miller

Si conoces la historia de la Odisea y no estás seguro de cuál de las mujeres con las que se «topa» Ulises era Circe, quizás saber que definitivamente no era el cíclope (Polifemo) te ayudará. Si eso no fue suficiente, Circe es la que convierte a todos los soldados de Ulises en puercos. Me disculpo por el spoiler, pero la Odisea salió hace casi tres mil años (800 a. de C.), ya caducó el spoiler ban.

Aunque Circe es el personaje más interesante de la novela (digo, el libro se llama «Circe», ¿cómo no iba a ser?), me temo que una vez más un hombre le robará el estrellato, pues en este blog quiero hablar de otro de sus intereses amorosos y el hijo de él. Si aún no sabes a quiénes me refiero, solo regresa a ver el título y la imágen que elegí para éste blog y te podrás dar una idea.

Aquí es donde me detengo y te informo que, si te gusta en lo más mínimo la literatura fantástica y la mitología griega, es tu obligación correr a tu navegador más cercano y ordenar una copia (de preferencia en pasta dura) de esta hermosa novela.

Bad Blood

Bad Blood: Secrets and Lies in a Silicon Valley Startup, otro NYT Best Seller y escrito por John Carreyrou, es la culminación de la investigación periodística más trascendente en la historia del valle del silicio. A lo largo de su libro, Carreyrou narra el proceso y los detalles que lo llevaron a destapar el que es, en mi opinión, el fraude más peligroso en la historia del mundo de la tecnología moderna.

En el centro y hasta arriba de este escándalo multi-millonario (en los miles de millones) se encuentran la empresa de tecnología sanitaria, Theranos, y su fundadora y CEO Elizabeth Holmes, aquella mujer que alguna vez fue alabada como la «nueva Steve Jobs» (como si eso fuera un cumplido). Cuello de tortuga y todo.

Portada de Bad Blood por John Carreyrou
Bad Blood - John Carreyrou

Si no conoces el caso de Theranos (el nombre es una mezcla de Thera[py] y [Diag]nos[is]) y Elizabeth Holmes, enseguida proporciono el transfondo y la historia de forma muy resumida. Si ya conoces el caso, un repaso no te hará mucho daño. Si, después de leer este blog, sigues interesado en el caso, no puedo dejar de recomendar que leas Bad Blood.

Tomando vuelo

A sus cortos veintidós años de edad, Elizabeth Holmes abandonó sus estudios en la universidad de Stanford. Holmes había empezado a estudiar ingeniería química en el 2001 y había tomado un trabajo como investigadora y asistente de laboratorio en la escuela de ingeniería de la misma universidad. Después de patentar un parche que, por arte de magia, detectaría «acción biológica» y administraría «medicamentos terapéuticos» en el 2003, Holmes dejó la escuela en el 2004.

En seguida, Holmes decidió utilizar el dinero de su colegiatura para emprender en el mercado de tecnologías de cuidado de la salud, donde dicha patente, que jamás debió haber sido aprobada, fue muy atractiva para los primeros inversionistas. Específicamente, Holmes y Theranos buscaban revolucionar la forma en la que se llevan acabo los análisis de sangre, empleando tecnología que permitiría reducir el tamaño de la muestra necesaria para dichas pruebas. ¿Su principal justificación? Detesta las agujas.

En un mundo en el que tenerle miedo a las agujas es suficiente justificación para abandonar la escuela y fundar una empresa que llegue a valer mas de nueve mil millones de dólares (9 billion para mis amigos del venture capital), son numerosos los ejemplos de empresarios exitosos que comparten el perfil de Holmes. Hoy en día celebramos a muchos de los que alguna vez fueron jóvenes, entre los dieciocho y veinticinco años, ambiciosos que abandonaron la universidad para materializar ambiciones desmesuradas y cambiar al mundo.

Entre los más destacados de estos seres legendarios se encuentran aquellos que probablemente ya conoces. Bill Gates tenía veinte años cuando fundó Microsoft. Mark Zuckerberg tenía diecinueve años cuando fundó lo que entonces era “The Facebook”. Steve Jobs tenía veintiuno cuando junto con Steve Wozniak (a quién muchos consideramos el verdadero genio y héroe detrás de la empresa) fundó Apple. Éste último tiene una significancia especial en este tema, ya que es el arquetipo que tanto daño le ha hecho a la sociedad y la misma Elizabeth Holmes admitió, en varias ocasiones, que buscaba emularlo en toda su excentricidad. Vaya que no le funcionó.

Elizabeth Holmes - Photo by Max Morse for TechCrunch
Elizabeth Holmes. Fotografía tomada por Max Morse para TechCrunch. TechCrunch CC BY 2.0

El caso es que Gates, Zuckerberg y Jobs son lo que alguien como Malcom Gladwell llamaría «Outliers» (dicen que es un buen libro, pero ojo: he leído que se inventa y manipula muchos de sus “datos”). Como ellos hay uno en quién sabe cuantos. A primera vista, Holmes parecía ser un espécimen más de esta extraña raza de seres súperdotados (o súper suertudos, depende de tu punto de vista), pero resultó que no.

El primer gramo de validación lo recibió Holmes aún estando en Stanford. El Dr. Channing Robertson, ingeniero químico y profesor emérito (todavía) de la universidad de Stanford, vió en Elizabeth Holmes características que solo el/la siguiente Bill Gates o Steve Jobs o Larry Page y Sergei Brin o cualquiera de estos ídolos (o duos) tecnológicos legendarios podría poseer.

La combinación de carisma, ambición, excentricidad y *ahem*buenas conexiones*ahem* que poseía Holmes en ese entonces fue lo único que Robertson necesitó para querer vendérsela a todos sus ricos e influyentes amigos.

Así, con tan solo la recomendación de su mentor académico, empezó a rodar la bola de nieve que fue la cadena de inversión y respaldo de mayor autoridad hasta que Belinda expresó su apoyo por Andrés Manuel López Obrador. A continuación, una lista de algunos de los inversionistas, impulsores y miembros de la mesa directiva de Theranos que contribuyeron al incremento exponencial de la reputación y validez de la autoridad de la empresa.

  1. Channing Roberston: Profesor distinguido de Stanford
  2. Larry Ellison: Chairman y CTO de Oracle
  3. Marc Andreesen: VC fundador en Andreesen Horowitz (inversionistas tempranos de Facebook, no invirtió pero apoyó a Holmes y Theranos ferózmente)
  4. George Schultz: Ex-Secretario de Estado de los E.E.U.U. en la administración de Ronald Reagan
  5. Henry Kissinger: Ex-Secretario de Estado de los E.E.U.U. en las administraciones de Nixon y Ford
  6. James Mattis: Actual Secretario de Defensa de los E.E.U.U., cabildeó para conseguirle a Theranos contratos militares
  7. Rupert Murdoch: Dueño y fundador de News Corp y, por extensión, Fox Entertainment Group (Fox News, 21st Century Fox, etc.)
  8. ¿En serio necesito listar mas?

Es fácil ver porqué alguien invertiría en Theranos. Solo al ver la gente involucrada, era fácil suponer que era una empresa confiable con finanzas estables que entregaba resultados y operaba éticamente. De otro modo, ¿porqué toda esta gente tan inteligente (debatible) e importante (no tan debatible) habría invertido/apoyado?

Entonces, ¿cuál era precisamente el problema?

Para cuando el último de estos inversionistas se unió a la causa, alrededor de diez años después de la fundación de la empresa, Theranos no había desarrollado ni un solo aparato médico funcional. Ni si quiera uno que cumpliera con el 10% de las promesas que Holmes llevaba una década haciendo.

¿Qué es lo que sí hicieron?

  • Fabricar resultados totalmente arbitrarios en pruebas sanguíneas de miles de pacientes y consumidores, poniendo severamente en riesgo su salúd y sus vidas.
  • Correr las pruebas en máquinas de otras empresas (la mayoría de Siemens) en sus laboratorios privados.
  • Adulterar el software de sus máquinas prototipo con la intención de que, durante sus demonstraciones a inversionistas, produjeran los resultados obtenidos de las máquinas Siemens.
  • Dos prototipos jamás terminados, uno de los cuales Holmes llamaba «el iPod del cuidado de la salud» (llamados el «Minilab» y el «Edison»).
  • Defraudar a miles de consumidores a través de empresas como Walgreens y Safeway que utilizaban sus «productos y servicios».
  • Extorsionar a médicos establecidos para que endosaran sus productos y sus resultados, amenazando también a pacientes que se quejaban de sus resultados.

En menos de lo que se se tuesta un gofre (me encantaría decirles «waffles» pero técnicamente esa palabra no existe en español), Elizabeth Holmes y Theranos, sin algo que se asemeje en lo más mínimo a un producto comercializable y un montón de prácticas totalmente ilegales, alcanzaron una valoración multi-millonaria, fama internacional y las antiguas oficinas de Facebook en Palo Alto.

¿Cómo llegaron tan lejos?

La respuesta: una cultura de engaño, silencio, extorsión, fraude y apelar a la autoridad, perpetuada principalmente por Elizabeth Holmes y su entonces novio y COO (director de operaciones) de Theranos, Ramesh «Sunny» Balwani.

O sea, no te puedo enseñar mi máquina porque no has firmado un NDA, pero te puedo decir que dos ex-secretarios de estado están en mi mesa directiva.

Elizabeth Holmes o cualquier wannabe emprendedor del Tec de Monterrey, probablemente.

Disclaimer: En caso de que no hayas captado, la anterior no es una cita textual, es un chiste.

A lo largo de su trayecto como CEO, Holmes le mintió prácticamente a todas las personas con las que habló. Empleados, empresarios, inversionistas, el gobierno estadounidense, la administración de alimentos y medicamentos (FDA), clientes de renombre como Walgreens y Safeway, médicos, hospitales, pacientes y revistas tecnológicas y de negocios. La historia de Theranos está repleta de empleados que renunciaron desesperadamente, otros que delataron públicamente a Theranos y no fueron escuchados y, en el caso más extremo, un empleado que se quitó la vida.

Al final, Theranos fué disuelta en medio de una investigación federal por fraude, motivada en gran parte por lo descubierto en la investigación de Carreyrou. Todos los inversionistas involucrados perdieron algo de dinero (pero por alguna razón, no la credibilidad) y Holmes desapareció de la vida pública. Han habido reportes recientes de que se casó en secreto (no con Balwani, su relación terminó junto con Theranos), todo esto en medio de una investigación que continúa y podría resultar en su arresto y condena por fraude corporativo.

El súper emprendedor

Las historias de éxito de aquellos titanes de la industria cómo Bill Gates, Steve Jobs, Mark Zuckerberg y el niño de que vendía empanadas en la playa de Acapulco, ha impreso (o, alternativamente, «imprimido») en las mentes de la juventud una idea inspiradora pero, a la vez, bastante peligrosa. La idea está, mas o menos, compuesta de las siguientes afirmaciones que, por separado, pueden ser ciertas en el contexto adecuado:

  • Cualquier persona, proveniente de cualquier lugar, con cualquier nivel de educación, es capaz de lograr cualquier meta que se proponga.
  • No es necesario terminar (o empezar) la universidad.
  • No es necesario tener un posgrado.
  • No es necesario tener dinero.
  • No es necesario ser un experto.
  • Con esfuerzo, determinación y una buena combinación de suerte y talento, cualquier meta es alcanzable.
  • A Steve Jobs también le decían que no iba a poder.
  • A Einstein le decían que estaba loco.
  • Yo también puedo fundar una empresa multimillonaria con solo el sótano de mi mamá, un amigo que sepa programar y mi gran personalidad, sin consecuencia o responsabilidad alguna.

El problema empieza cuando estas afirmaciones se toman todas juntas unicamente por su valor nominal y sin criterio alguno. Millones de adultos jóvenes como yo crecimos inspirados por las historias de aquellos que con solo su audacia y la perseverancia alcanzaron la cima a través del emprendimiento. Lo que resultó fue una generación de jóvenes que, en su mayoría, albergan nociones irrealistas y sin contexto de lo que se requiere e implica el fundar y hacerse cargo de una empresa. En muchos casos, estos jóvenes se convierten en lo que yo llamo los «súper emprendedores».

Los súper emprendedores son aquellos jóvenes inexpertos que, como Holmes, viven el «fake it till you make it» de forma literal. Cada vez hay más «emprendedores» sin productos ni servicios establecidos pero con ideas. Ideas que pueden valer millones (por lo general, «Tinder, pero para perros» ó «Facebook, pero para músicos»), si tan solo les invirtieras tu dinero, les programaras su app o les depositaras tu confianza.

Los súper emprendedores no conocen obstáculo que no se pueda resolver (aunque todavía no conozcan la solución) y se comprometen a solucionar problemas que ni entienden y a los cuales no se pueden relacionar. Los súper emprendedores son una raza increíblemente peligrosa, más que nada porque, como Holmes, son muy buenos para venderse pero muy malos para liderar una empresa.

Gates, Zuckerberg y Jobs triunfaron en industrias de bajo costo y riesgo (el software, aun cuando es caro, es baratísimo y, por lo general, a nadie le va a pasar nada si truena Instagram). Holmes tomó un estilo de liderazgo y un contexto administrativo que resultaron funcionales en una industra que, hasta la fecha, no le rinde cuentas a nadie, e intentó transplantarlo directamente a una industria de alto riesgo, impacto y rigor científico.

Lo peor es que a todos nos sorprendió cuando Theranos implotó. Las mismas revistas que hoy vilifican a Holmes escribían artículos que la beatificaban en el 2010. Holmes es solo la primera de los súper emprendedores en causar tanto daño y de hacerlo de forma tan pública, pero dudo mucho que sea la última.

Aquí es precisamente donde entra aquel amante de Circe.

La gran caída

En su viaje a la isla de Creta, la ninfa Circe conoció a (y tuvo una aventura relativamente corta con) un artesano llamado Dédalo. Éste artesano fue, entre otras grandes hazañas, el responsable de crear el laberínto en el cual se encerró a la bestia antropo-bovina que eventualmente sería asesinada por el valiente Teseo. Aquel que ideó la legendaria prisión del minotauro es, de alguna forma, menos conocido por ser el padre de un pequeñuelo de nombre Ícaro.

Una vez que Circe dejó la isla de Creta, Dédalo quedó solo con su pequeño Ícaro como compañía. Al pasar los años y, desesperado por dejar la isla de Creta a favor de lugares más emocionantes como lo era Egipto, Dédalo, el Da Vinci de la antigua grecia, creó dos pares de alas de cera. Un par para el y un par para su hijo.

El vuelo de Ícaro - Jacob Peter Gowy
El vuelo de Ícaro - Jacob Peter Gowy

Aquí es donde mi introspección diverge de la opinión común. En mi experiencia, la gente supone que el gran error de Ícaro fue volar demasiado cerca del sol. La conclusión no me satisface. Me parece igual de incoherente que culpar a un infante por comerse el pegamento que su padre le dió a cuidar. El problema estaba, en realidad, en la carencia severa de conocimiento ingenieríl y experiencia de la cual sufría Dédalo.

No solo no debió dejar a su hijo volar demasiado cerca del sol, sino que en primera instancia, no debió haber permitido que Ícaro se pusiera esas alas sin haber hecho antes pruebas exhaustivas respaldadas por modelos físico-matemáticos validados por sus semejantes en el mundo de la ingeniería aeroespacial.

Por si no lo sabías y mi reflexión en el párrafo anterior no lo dejó claro: Al volar demasiado cerca del sol, haciendo caso omiso a las advertencias de su padre, las alas de cera que portaba Ícaro se derrirtieron, causando que él cayera a su temprana muerte.

Aquí a Dédalo lo podemos comparar tanto con los súper emprendedores y Holmes como con aquellos inversionistas tan autoritativos. Con respecto a los inversionistas, fue un acto sumamente negligente dejarse convencer por mera autoridad sin realizar la debida diligencia. En este caso, son el padre que, irresponsablemente, le dió alas de cera a su hijo.

Por el lado de Holmes y los súper emprendedores, al igual que Dédalo, son culpables de una arrogancia infundamentada que tiene un tremendo potencial para hacerle daño a quienes los rodean. Quiero dejar claro que la ambición desmedida puede ser algo bueno, siempre y cuando se conserve una cantidad saludable de humildad, honestidad y responsabilidad (lo cual, supongo, la convertiría en ambición medida).

Es cierto, Holmes no se debió haber detenido la primera vez que alguien cuestionó su habilidad para alcanzar la meta ambiciosa que proponía. Pero cuando insistes después de que decenas de expertos en el área en la que operabas (biotecnología y tecnología sanitaria) te dicen que lo que intentas lograr (correr mas de 200 pruebas sobre una sola gota de sangre) es menos probable que descrubrir cómo viajar al pasado, te conviertes en una persona terca.

Si le agregas el hecho de que tus mentiras le hacen daño a mucha gente, haciendoles creer que tus pruebas son confiables y poniendo en riesgo su salud, te conviertes en una mala persona.

De una forma muy simliar a la historia de Dédalo e Ícaro, fue el que Holmes se rehusara a admitir su ignorancia y/o la imposibilidad categórica de la tarea que se había encomendado lo que la llevó una caída que, cómo la de Ícaro, fue demasiado grande para sobrevivir.


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